Un dibujo a lápiz de la artista rusa Olga Melamory |
Hace
un tiempo me perdí. No porque yo lo decidiera. Había retomado el sendero para
volver a caminar por el transito que nos da la vida y de repente me vi
arrastrada y devorada por un tsunami que no pude divisar. Solo oyes un crujir
en tu alma. Bombea atrozmente en tu
interior y cuando ya no puedes más, el agua de tus propias lágrimas rompe por
tus mejillas con el sollozo sordo, a la vez que atronador. El aire de tus
pulmones sale entrecortado entre cada quejido, cada sollozo, hasta que agotada
y sin fuerzas, sin hilo alguno para abrir tus parpados enrojecidos, te miras al
espejo, escuchas, y solo llega el silencio, llega la calma, miras, observas a
tu alrededor y todo, absolutamente todo, está fuera de su sitio.
Nada
tiene que ver con el instante anterior a aquel crujido. Abres los ojos y tu
mundo ya no es el mismo. Es tal el desorden y la devastación de lo que te
rodea, que detrás de cualquier quiebro que la vida nos da, uno no da crédito a
la conciencia.
Ser consciente que lo has perdido todo, sí todo; y que lo único que tienes detrás de ese cataclismo es a ti mismo frente a la vida, sinceramente da miedo. Entiendo perfectamente cuando las personas ante la pérdida se quedan paralizadas o en estado de shock, aunque sea por un corto espacio de tiempo. A mí me ha pasado.
Yo
tenía una vida en el 2012. Y un día, no recuerdo exactamente cual, solo sé que
fue en mi retiro junto al mar, aquel día miré y no tenía nada de lo que dejé atrás.
Atrás
tenía una casa, un trabajo, un proyecto profesional y de vida. Cuando regresé, nada, absolutamente nada, queda en
pie. A veces me pregunto si he pasado por un tsunami o realmente he vivido lo
que llaman un cambio climático. La diferencia entre uno y otro es que el
primero se puede reconstruir el segundo destruye y nunca vuelve a ser como era
antes.
Lo repito. No quiero olvidarme de quien fui. Yo tenía una casa, un trabajo, un proyecto profesional y de vida. Aunque ahora sea otra persona diferente sin haber perdido la esencia de quien soy. Cuando eres autónomo y dependes de ti, no se tiene una estructura que avale tu ausencia o al menos yo no supe o no pude generar ese valor en tan poco tiempo. El 2008 me llevo por delante como a muchos empresarios. Fue en el 2011 cuando comencé a recoger los frutos sembrados dos años antes. Las elecciones municipales marcaron un antes y un después en mi vida profesional dentro del ámbito político. Así como en el ámbito empresarial. Lo pienso infinidad de veces, la vida es tremendamente perra y a mí en junio del 2012 me puso al pie de los caballos. Si no trabajaba, no había ingresos. Y la vida sigue. El sistema sigue. Mi casa un 21 de enero del 2013 se la quedó en banco, no por un embargo, simplemente no tuve más remedio que darla en dación. Ello conllevaba un respiro emocional que en pleno proceso de quimioterapia y sin ser muy consciente de lo que haces, lo único que deseas es paz, paz interior y re-colocar tu vida sin estar en plenas facultades ni energías para valorar otras opciones.
Yo estaba
en un avanzado proceso de quimioterapia. No tenía fuerzas para mover ni una
hoja de papel. Aquel 19 de enero, mis hermanos y mis amigos, desmontaron mi
vida en menos de cuatro horas para meterla toda en un habitáculo de menos de 6
metros cuadrados. Un año después, todavía no he abierto la puerta de esa
habitación. Todavía no me he reencontrado con mi vida material. Mi vida está
ahí. Metida entre cajas. Mis recuerdos. Mis libros. Mis fotos. Mis sabanas. Mi
vajilla o el de-cantador de vino que tanto me gusta. O las películas de “súper
8” que mi padre me grababa con tanto ímpetu como hoy hacemos a nuestros hijos
con los Smartphone. No es que mi vida sean cosas. Es que esas cosas reflejan mi
vida. Y no sé qué sentiré el día que abra esa puerta.
No lo
demoro a conciencia, simplemente no puedo abrirla porque no sé dónde ubicar de
nuevo esas cosas. En definitiva no sé dónde ubicar mi vida. Me he hecho las
preguntas apropiadas. Soy una experta en realizar dichas preguntas. Y las
respuestas llegan con la frecuencia y velocidad que lleva una noria. No quiero
decir que esté dando vueltas sin sentido, simplemente cada cabina me da una
respuesta y como va girando, cuando va subiendo unas veces tengo la visión más
amplia y la perspectiva más nítida de ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Para qué valgo?
¿Cómo lo quiero? Y según voy descendiendo y me vuelvo más terrenal y surgen de
nuevo otras preguntas ¿Realmente es eso lo que quiero? Y de vuelta subimos.
A
veces me gustaría tomar distancia. Valorar y sopesar si aquello que perdí es lo
que realmente anhelo. A veces me pregunto si vuelvo haciendo otras cosas o si
quiero la misma ciudad o el mismo país. A veces me pregunto si mejor vuelvo liderando
otros proyectos. Porque solo una cosa tengo clara, volveré haciendo lo que
mejor se hacer. Ilusionar.
Analizando
mi trayectoria profesional mi vocación está orientada a desarrollar el
potencial de cada persona dentro de las organizaciones. Mi único fin ha sido el
de obtener resultados económicos y la consecución de los objetivos que las
empresas me marcaban. He de confesar que me gusta escuchar; y eso me da mucha
más información de la que a veces tenemos capacidad de gestionar. Transmitir
ideas de manera efectiva me ha llevado a conseguir grandes retos profesionales
pues emplear el canal adecuado en el momento oportuno y proporcionar datos
concretos que ayudan a respaldar mis observaciones y conclusiones no es
habilidad de todo el mundo.
Hasta
aquí pudiera parecer que no tengo claro muchas cosas. Y siendo sincera no es
así. Soy buena, muy buena haciendo lo que mejor sé hacer. Y parece que acabo de
decir una tontería, pero no. Conozco muchas personas que no se creen quienes
son. No saben ni dan valor a su persona, a sus valores, a sus competencias y a
su ser. Yo estas cosas las tengo muy claras, lo único que no tengo es si todo
esto lo quiero poner solo al servicio de algo ya hecho con anterioridad o
quiero iniciar un nuevo recorrido. Ese es precisamente mi dilema.
Si mañana
me llamara alguien para liderar un proyecto, aunque fuera en el extranjero,
sopesando algunos matices (mis revisiones oncológicas y poco más) no dudaría en
coger la maleta y moverme donde fuera necesario. Aquí o en el rincón más
pequeño del mundo. Lo importante para mí, dar, aportar y poner en marcha todo
lo que sé en beneficio de un proyecto que merezca la pena.
A
veces la vida toma decisiones por uno mismo. Aquellas que ni siquiera
calibrando seriamos capaces de tomar porque somos unos expertos en
justificaciones.
Lo
dice la gente que me conoce bien y hasta los que no me conocen, también. Soy
persona de recursos pero me tiene tan paralizada la devastación de mi exterior
que mi interior está encogido y lleno de recelo ¿Se puede sentir miedo a tus 45
años cuando eres consciente que todo está por hacer?
Sentirse
se puede sentir. Tengo miedo a lo desconocido, nada nuevo acabo de descubrir
con esta afirmación. Sin embargo hay una cosa que mi miedo no entiende, ni
conoce y es que por mucho que sienta, mayor es mi fuerza para seguir creando mi
historia. Y ésta historia, solo depende de mí.
Me
marcho sonriendo…
Me ha encantado, Begoña!
ResponderEliminarSin ser igual, a mí también se me paró mi vida en 2012. Y también, cuando pude abrir los ojos, descubrí que ya no era la misma persona que anted, un día antes.
Pero me quedo con tu final:
"mayor
"una cosa que mi miedo no entiende, ni conoce y es que por mucho que sienta, mayor es mi fuerza para seguir creando mi historia. Y ésta historia, solo depende de mi"
ResponderEliminarMe la llevo conmigo.
Un beso. ... y sigue brillando! !!
Elida la vida nos pone muchos aprendizajes....Unos son cotidianos y muy a pesar de ello, no les damos el valor de lo pequeño....Otros, rompen con un antes y un después.... yo me quedo con la esencia, con la oportunidad de llevarme más de lo que pierdo, aunque el trayecto sea duro, complejo y en ocasiones lleno de dolor. Un beso enorme para ti también...y sigamos creando nuestra historia.
EliminarQué bien sienta desnudarse, Begoña y qué estupenda estás así!! Besos
ResponderEliminarMar
Mar.... es complicado aunque sinceramente satisfactorio. Adquirimos muchos estereotipos que socialmente nos van marcando, y vamos dejando de ser para convertirnos en otros que llegado un momento no somos capaces de reconocer. Gracias por tus palabras. Gracias por acompañarme. un beso guapa¡¡¡
EliminarBegoña que bonito y que bien escribes. Gracias por compartir, yo creo que muchos nos sentimos identificados con tus palabras en algún momento. Besos.
ResponderEliminarBegoña, después de leerte sólo me queda aplaudirte con miles de aplausos y ánimo a donde la vida y tu decidáis ir. Besos y abrazos
ResponderEliminarHola Begoña:
ResponderEliminarA mí también me crujió el alma hace 16 años. Me hicieron mobbing durante 6 años, y lo pasé muy mal. Me rompí, y me construí igual que tú lo estás haciendo ahora. A pesar de tus dudas y la situación difícil que tienes ahora sabes, porque lo has visto con tus clientes, que todos tenemos más recursos de los que parece, incluso cuando parece que no. Y en lo que has escrito se ve tu fuerza, sigue aferrándote a ella. El miedo es normal, sólo refleja que eres humana.
Mucho ánimo y un abrazo.
P.D. En algún momento en el futuro recordarás este momento y te reirás, espero que sea pronto.