27 ene 2014

El crujir en el alma...

Un dibujo a lápiz de la artista rusa Olga Melamory 
Hace un tiempo me perdí. No porque yo lo decidiera. Había retomado el sendero para volver a caminar por el transito que nos da la vida y de repente me vi arrastrada y devorada por un tsunami que no pude divisar. Solo oyes un crujir en tu alma.  Bombea atrozmente en tu interior y cuando ya no puedes más, el agua de tus propias lágrimas rompe por tus mejillas con el sollozo sordo, a la vez que atronador. El aire de tus pulmones sale entrecortado entre cada quejido, cada sollozo, hasta que agotada y sin fuerzas, sin hilo alguno para abrir tus parpados enrojecidos, te miras al espejo, escuchas, y solo llega el silencio, llega la calma, miras, observas a tu alrededor y todo, absolutamente todo, está fuera de su sitio.

Nada tiene que ver con el instante anterior a aquel crujido. Abres los ojos y tu mundo ya no es el mismo. Es tal el desorden y la devastación de lo que te rodea, que detrás de cualquier quiebro que la vida nos da, uno no da crédito a la conciencia.

Ser consciente que lo has perdido todo, sí todo; y que lo único que tienes detrás de ese cataclismo es a ti mismo frente a la vida, sinceramente da miedo. Entiendo perfectamente cuando las personas ante la pérdida se quedan paralizadas o en estado de shock, aunque sea por un corto espacio de tiempo. A mí me ha pasado.

Yo tenía una vida en el 2012. Y un día, no recuerdo exactamente cual, solo sé que fue en mi retiro junto al mar, aquel día miré y no tenía nada de lo que dejé atrás.

Atrás tenía una casa, un trabajo, un proyecto profesional y de vida. Cuando  regresé, nada, absolutamente nada, queda en pie. A veces me pregunto si he pasado por un tsunami o realmente he vivido lo que llaman un cambio climático. La diferencia entre uno y otro es que el primero se puede reconstruir el segundo destruye y nunca vuelve a ser como era antes.

Lo repito. No quiero olvidarme de quien fui. Yo tenía una casa, un trabajo, un proyecto profesional y de vida. Aunque ahora sea otra persona diferente sin haber perdido la esencia de quien soy. Cuando eres autónomo y dependes de ti, no se tiene una estructura que avale tu ausencia o al menos yo no supe o no pude generar ese valor en tan poco tiempo. El 2008 me llevo por delante como a muchos empresarios. Fue en el 2011 cuando comencé a recoger los frutos sembrados dos años antes. Las elecciones municipales marcaron un antes y un después en mi vida profesional dentro del ámbito político. Así como en el ámbito empresarial. Lo pienso infinidad de veces, la vida es tremendamente perra y a mí en junio del 2012 me puso al pie de los caballos. Si no trabajaba, no había ingresos. Y la vida sigue. El sistema sigue. Mi casa un 21 de enero del 2013 se la quedó en banco, no por un embargo, simplemente no tuve más remedio que darla en dación. Ello conllevaba un respiro emocional que en pleno proceso de quimioterapia y sin ser muy consciente de lo que haces, lo único que deseas es paz, paz interior y re-colocar tu vida sin estar en plenas facultades ni energías para valorar otras opciones.

Yo estaba en un avanzado proceso de quimioterapia. No tenía fuerzas para mover ni una hoja de papel. Aquel 19 de enero, mis hermanos y mis amigos, desmontaron mi vida en menos de cuatro horas para meterla toda en un habitáculo de menos de 6 metros cuadrados. Un año después, todavía no he abierto la puerta de esa habitación. Todavía no me he reencontrado con mi vida material. Mi vida está ahí. Metida entre cajas. Mis recuerdos. Mis libros. Mis fotos. Mis sabanas. Mi vajilla o el de-cantador de vino que tanto me gusta. O las películas de “súper 8” que mi padre me grababa con tanto ímpetu como hoy hacemos a nuestros hijos con los Smartphone. No es que mi vida sean cosas. Es que esas cosas reflejan mi vida. Y no sé qué sentiré el día que abra esa puerta.

No lo demoro a conciencia, simplemente no puedo abrirla porque no sé dónde ubicar de nuevo esas cosas. En definitiva no sé dónde ubicar mi vida. Me he hecho las preguntas apropiadas. Soy una experta en realizar dichas preguntas. Y las respuestas llegan con la frecuencia y velocidad que lleva una noria. No quiero decir que esté dando vueltas sin sentido, simplemente cada cabina me da una respuesta y como va girando, cuando va subiendo unas veces tengo la visión más amplia y la perspectiva más nítida de ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Para qué valgo? ¿Cómo lo quiero? Y según voy descendiendo y me vuelvo más terrenal y surgen de nuevo otras preguntas ¿Realmente es eso lo que quiero? Y de vuelta subimos.

A veces me gustaría tomar distancia. Valorar y sopesar si aquello que perdí es lo que realmente anhelo. A veces me pregunto si vuelvo haciendo otras cosas o si quiero la misma ciudad o el mismo país. A veces me pregunto si mejor vuelvo liderando otros proyectos. Porque solo una cosa tengo clara, volveré haciendo lo que mejor se hacer. Ilusionar.

Analizando mi trayectoria profesional mi vocación está orientada a desarrollar el potencial de cada persona dentro de las organizaciones. Mi único fin ha sido el de obtener resultados económicos y la consecución de los objetivos que las empresas me marcaban. He de confesar que me gusta escuchar; y eso me da mucha más información de la que a veces tenemos capacidad de gestionar. Transmitir ideas de manera efectiva me ha llevado a conseguir grandes retos profesionales pues emplear el canal adecuado en el momento oportuno y proporcionar datos concretos que ayudan a respaldar mis observaciones y conclusiones no es habilidad de todo el mundo.

Hasta aquí pudiera parecer que no tengo claro muchas cosas. Y siendo sincera no es así. Soy buena, muy buena haciendo lo que mejor sé hacer. Y parece que acabo de decir una tontería, pero no. Conozco muchas personas que no se creen quienes son. No saben ni dan valor a su persona, a sus valores, a sus competencias y a su ser. Yo estas cosas las tengo muy claras, lo único que no tengo es si todo esto lo quiero poner solo al servicio de algo ya hecho con anterioridad o quiero iniciar un nuevo recorrido. Ese es precisamente mi dilema.

Si mañana me llamara alguien para liderar un proyecto, aunque fuera en el extranjero, sopesando algunos matices (mis revisiones oncológicas y poco más) no dudaría en coger la maleta y moverme donde fuera necesario. Aquí o en el rincón más pequeño del mundo. Lo importante para mí, dar, aportar y poner en marcha todo lo que sé en beneficio de un proyecto que merezca la pena.

A veces la vida toma decisiones por uno mismo. Aquellas que ni siquiera calibrando seriamos capaces de tomar porque somos unos expertos en justificaciones.
Lo dice la gente que me conoce bien y hasta los que no me conocen, también. Soy persona de recursos pero me tiene tan paralizada la devastación de mi exterior que mi interior está encogido y lleno de recelo ¿Se puede sentir miedo a tus 45 años cuando eres consciente que todo está por hacer?

Sentirse se puede sentir. Tengo miedo a lo desconocido, nada nuevo acabo de descubrir con esta afirmación. Sin embargo hay una cosa que mi miedo no entiende, ni conoce y es que por mucho que sienta, mayor es mi fuerza para seguir creando mi historia. Y ésta historia, solo depende de mí.

Me marcho sonriendo…