19 mar 2014

Siempre...

Siempre…
Siempre he admirado a mi padre, incluso en mis momentos de rebeldía y negación. 

Siempre le he llevado como referente no por lo que tiene, ni tampoco por quién es sino como es. Desde bien pequeña he sentido el calor y afecto que un padre puede dar a una hija a pesar de que la vida no le dejara disfrutar de mí.

Mi madurez me llevó a entender que a veces no solo es cuestión de querer hacer cosas sino también de saber y poder hacerlas. 

Desde mis cinco años mi padre estuvo volcado en el bienestar de su gran amor hasta entonces, mi madre. Observo desde la distancia y veo cuanto sufrimiento debe padecer un ser humano al ver cada día, durante tres largos años, como se apaga la vida de la persona que ama. Una esclerosis múltiple galopante con 39 años se llevó a su compañera de viaje; y cuando me pongo en su piel, es inevitable que no recorra alguna lágrima por mi mejilla. Y no por la pérdida, que también, sino por el vacío tan grande que nos dejó su ausencia, sobre todo a él, a mi padre.

Siempre he admirado a mi padre. Él no es consciente de mi admiración aunque espero que a partir de hoy sí. Siempre he admirado a mi padre por como afrontó los siguientes meses tras la pérdida. Aún mantengo en mi memoria aquel verano en Palma de Mallorca los tres solos, mi hermano, mi padre y yo. Cada uno sin saber muy bien cómo, buscábamos nuestro lugar. Recuerdo su mirada, aún siento sus abrazos y también su miedo. Sí las personas sentimos miedo, y mi padre también lo sintió, sin embargo él supo sin saber cómo, liderar su vida, aunque él no sea consciente. 

Buscó y encontró y la vida le dio una segunda oportunidad, con una nueva familia y un nuevo hijo. Aún hoy agradezco cada día el cariño que le brindan. Noto como le quieren y eso no tiene precio.

Mi padre es una persona querida, aunque él no entienda a veces interpretar o expresar ese amor. Mi padre lo hace con hechos. Nunca he escuchado de su boca un no puedo, aun sabiendo que a veces era casi imposible decir sí. Siempre he admirado a mi padre por como es, conmigo y con los demás. Es noble, bueno, humano y valiente, muy valiente. Es especial en su línea y eso lo hace único ante mis ojos. Siempre ha sido innovador a su manera. Mi padre no se ha conformado con lo que la vida le ha ido dando, él siempre le ha pedido más y ese querer seguir hacia adelante le ha llevado a ser respetado y admirado por los demás.

Mi padre es bondadoso, servicial, ingenuo en ocasiones, crédulo y una persona sencilla. Gran cocinero, buen bailarín, un divertido fiestero y un futbolero de raza. Mi padre simplemente es sensible. Y precisamente todas estas cosas hacen de él mi mayor referente.

Cada día de estos últimos dieciocho meses me he enfadado con el destino de mi vida. Cada día he sentido un dolor agudo al pensar y sentir su dolor por pensar que me perdía. Y no, no le he dado esa oportunidad al cáncer. Mi padre tenía que verse compensado en esta vida con no seguir perdiendo.

Mi vida, va por ti Papa, es el mejor regalo que puedo darte.

Sr. Antonio. Querido papa. Te quiero. 
Tu hija Begoña.


26 feb 2014

La vida...

La vida es tan perra que si no aprendes la lección te la repite hasta que te la aprendas para poder seguir avanzando.

Y entender esto es una de las claves para aceptar lo que viene y disfrutar de ello.

El tiempo es el único que da la sabiduría para entender el contenido de cada lección, y existe una por la que todos pasamos todos y que según en la etapa que nos encontremos, nos dedicamos a suspender y repetir sin ser conscientes del valor interno que conlleva dicha lección.

La perdida. Nos pasamos la vida perdiendo. Perdemos amigos, cosas, familia, amores, dignidad, tiempo, años, trabajos y un sin fin de palabras que llenarían esta lista. E irremediablemente seguiremos perdiendo incluso cuando estamos en este determinado momento. Siempre existirá algo o alguien que creemos que en este preciso instante tiene mucha mas importancia que el simple valor de poder disfrutar de la lectura de unas lineas de alguien que decidió contar un pellizco de retales de su vida.

Y este instante mientras saboreo el fluir de las palabras solo me viene a la mente algo extremadamente contradictorio. La foto de arriba nunca hubiera podido ser si yo no hubiera tenido la perdida mas importante de mi vida. Y ser consciente y aceptar que perder conlleva la oportunidad de ganar es una de las lecciones mas complejas que me ha enseñado esta vida.

Hoy hace 34 años que nació la mano derecha de esa foto. Entonces yo solo tenía 11. Fijaros bien en el detalle de la foto porque recuerdo perfectamente ese instante. Yo estaba en la UCI acababa de ser operada de mi tumor y después de tres horas de operación la primera visita que recibí en esa sala fría (imagino que era efecto de la anestesia pues un 9 de agosto en el mediterráneo no tiene otra explicación) fue la de mi hermano y mi prima. 

Me gusta ese detalle que puede pasar desapercibido y es el hecho de como me sostiene, de como me coge. Cada vez que miro esta foto solo puedo sentir lo afortunada que soy. Es curioso como la vida nos posiciona en lugares no naturales. Yo soy la mayor, la que arropa, la que de pequeño le cuidó, le cambió pañales o le dio de comer alguna papilla que otra. La misma que iba a la puerta del colegio para verle jugar o para verle sonreír. La misma que muchas veces aun estando ausente ha estado presente. La misma que incondicionalmente seguirá confiando en él.

Aquella tarde, en aquella sala fría la persona que me sostenía, el que me cuidaba, me miraba y esperaba mi sonrisa era él, mi hermano. El mismo que me ha acompañado todos estos meses y el que sigue de igual manera confiando en mi.

Ha sido la persona mas fuerte a pesar de ser el mas pequeño. Ha sido uno de los principales puntos de apoyo de la familia y sobre todo de su padre, mi padre, pues aunque lo exprese poco es tal la admiración de padre a hijo que el hijo se queda corto admirando a su padre.

Perdí lo mas valioso que puede tener nadie, perdí a mi madre. Sin embargo sin esa perdida jamas te hubiera ganado. La vida me ha compensado con creces con tu presencia, con tu existencia y por eso, le doy gracias a la vida pues como dice la canción, me ha dado tanto.

Gracias hermano por darme la mano, por sostenerme.

Te quiero. Feliz Cumpleaños.
Tu hermana.

11 feb 2014

El dolor se olvida

El dolor se olvida y el sentimiento permanece.
Todos los que hemos sufrido ese latigazo intenso, a veces entrecortado y otras constante, donde la focalización del pensamiento es unidireccional y localizado exclusivamente en esa parte del cuerpo, sabemos que ahí en ese instante, el protagonista de tu vida es únicamente el dolor.

A lo largo de mi vida en algún momento u otro lo he vivido y sobretodo sentido. El dolor es tan efímero que en el momento que desaparece, el pensamiento olvida y solo siente. 

Todavía recuerdo como siento cuando sufro aquel u otro dolor, sin embargo el dolor en sí no lo recuerdo. El dolor no es como zumo de limón, donde ahora mismo, acabas de reproducir el amargor en tu boca. El dolor vivido es como el sabor de chocolate, te despierta esa sensación única de recuerdo, unas veces suave, tal vez alguna ocasión amargo y otras podría ser puro e intenso.

El dolor intenso por desamor no tiene nada que ver con los latigazos de una vesícula llena de piedras. El dolor del alma cuando te ponen tu primera vía para ver como van entrando las químicas por tus venas y vas sintiendo como lentamente y de forma paulatina" in crescendo" se te duerme el brazo por el oxaliplatino no tiene nada que ver con los efectos secundarios de la propia quimio.

El dolor es una cosa y el sentir es otra. A mi la quimio no me dolió hasta que un día por aquellas cosas que ocurren por los recortes sanitarios, utilización de genéricos en los fármacos y en todas las etapas del tratamiento incluidas agujas y vías, hizo que el oxaliplatino saliera de su circuito habitual, la vena,  y se extendiera a lo largo de mi brazo derecho.

Recordaré bien aquel día, lo tengo grabado por fecha y por forma. Aquel miércoles 12 de diciembre de 2012 yo acudí al Hospital de día para darme mi quinta sesión de quimioterapia. Aquella mañana la sala estaba desbordada, como siempre. Somos muchos los pacientes y menos los recursos. Esa mañana iba acompañada de "mi hermana" Mariela (prima hermana) y posteriormente de mi amiga Gimena. Como era habitual, en la sala coincidía con mi amiga Elena (pues antes de enfermar ya eramos amigas en nuestro circulo mas personal), su cáncer de mama y el mio de colon, decidieron sin preguntarnos, coincidir en tiempo y espacio, así que nosotras solo pudimos dejarnos llevar y acompañarnos mutuamente.

Esa mañana del 12, una señora dos asientos a mi izquierda tuvo una extravasación de la quimio en su brazo izquierdo.

Mariela me exclamó en voz baja:

-Ufff pobre mujer, lo va a pasar putas. Eso duele muchísimo.

Diez minutos mas tarde, al re-colocar mi manta eléctrica del brazo, pues fue recomendación de mis enfermeras cubrir mi brazo mientras me daba el tratamiento con calorcito, observé que en la curvatura de mi brazo derecho, un bulto del tamaño de una pelota de tenis había hecho aparición.

Mirando a Mariela a los ojos le dije:

_ Mariela, voy a pasarlo putas. Mira.

Su cara lo expresó todo.  

Aquella mañana tres pacientes tuvimos extravasación con la quimio. Es decir, se rompieron vías o venas y la quimio arramblo a sus anchas por nuestro cuerpo. 

Existen quimios que son abrasivas y cuando esto sucede inmediatamente pasas a quirófano para extraer lo máximo posible y que no perjudique tejidos. Otra como la mía es irritante. Y la propia palabra lo dice. Solo recuerdo que aquellas dos semanas posteriores, el dolor intenso y constante, no me dejaba ni dormir. Las lagrimas salían solas sin yo llamarlas. Solo recuerdo el sentimiento de ese dolor inquisidor y nada invitado a hacer morada en mi cuerpo. 

A partir de aquí solo puedo decir que terminé ingresada en el hospital porque nadie sabia como tratar los efectos de aquel capricho del destino. Terminé tomándome las uvas acompañada de mucha gente a través de la red.

Sin embargo un mes después me había convertido en una "yonqui" entre la morfina, la Lyrica, Adolonta y el MST de 10mg, 30mg, 60mg y 100mg y sin respuesta concreta a resolución de aquel desagravio. 


A veces las personas nos escuchan sin saber que estamos siendo escuchados. El lunes 14 de enero de 2013, después de tres semanas de ingreso y sin respuesta a un tratamiento concreto y resolutivo. Tomé la decisión de dirigirme a atención al paciente a exponer mi queja. entré en aquel ascensor desde la planta cuarta y una celadora que me conocía de otras idas y venidas me dijo al verme cargada con mi gotero y mi cara de cansancio:

-Te vas a dar una vuelta para despejarte.
- No. Me voy a poner una queja en atención al paciente, porque nadie encuentra una solución a mi problema.

No había caminado 20 pasos de mi salida del ascensor cuando un medico me pone la mano en el hombro y me transmite que no había podido evitar escucharme en el ascensor y que podía ayudarme. Luis era el jefe de planta de oncología, se reunió conmigo, leyó mi expediente y después de un mes y sin tampoco saber que hacer, tomo las riendas de mi caso y buscó todas las alternativas posibles. Desde un fisio para que me hicieran masajes de drenaje linfático, como análisis dermatológicos, así como crear un protocolo de actuación en el propio Hospital de día. 

"Todas las vías estarán a la vista de las enfermeras con el fin de tener una visión rápida de cualquier anomalía (extravasación)"

El dolor al cabo de los meses desapareció. Las secuelas un año después siguen estando. Y lo único que me queda es como me sentí en cada parte del proceso. Lo mejor, el sentimiento que me queda recordándolo después. Todos en la medida de sus posibilidades y conocimientos estuvieron por mi. Y ese sentimiento es imposible de olvidar.

Gracias a todos. Cristina, Elvira, Paca, Mª José, Luis, Josito, Luis, Antonio y de cada uno de los que me asistieron. Gracias con mayúsculas.
Os mando un beso, Begoña

27 ene 2014

El crujir en el alma...

Un dibujo a lápiz de la artista rusa Olga Melamory 
Hace un tiempo me perdí. No porque yo lo decidiera. Había retomado el sendero para volver a caminar por el transito que nos da la vida y de repente me vi arrastrada y devorada por un tsunami que no pude divisar. Solo oyes un crujir en tu alma.  Bombea atrozmente en tu interior y cuando ya no puedes más, el agua de tus propias lágrimas rompe por tus mejillas con el sollozo sordo, a la vez que atronador. El aire de tus pulmones sale entrecortado entre cada quejido, cada sollozo, hasta que agotada y sin fuerzas, sin hilo alguno para abrir tus parpados enrojecidos, te miras al espejo, escuchas, y solo llega el silencio, llega la calma, miras, observas a tu alrededor y todo, absolutamente todo, está fuera de su sitio.

Nada tiene que ver con el instante anterior a aquel crujido. Abres los ojos y tu mundo ya no es el mismo. Es tal el desorden y la devastación de lo que te rodea, que detrás de cualquier quiebro que la vida nos da, uno no da crédito a la conciencia.

Ser consciente que lo has perdido todo, sí todo; y que lo único que tienes detrás de ese cataclismo es a ti mismo frente a la vida, sinceramente da miedo. Entiendo perfectamente cuando las personas ante la pérdida se quedan paralizadas o en estado de shock, aunque sea por un corto espacio de tiempo. A mí me ha pasado.

Yo tenía una vida en el 2012. Y un día, no recuerdo exactamente cual, solo sé que fue en mi retiro junto al mar, aquel día miré y no tenía nada de lo que dejé atrás.

Atrás tenía una casa, un trabajo, un proyecto profesional y de vida. Cuando  regresé, nada, absolutamente nada, queda en pie. A veces me pregunto si he pasado por un tsunami o realmente he vivido lo que llaman un cambio climático. La diferencia entre uno y otro es que el primero se puede reconstruir el segundo destruye y nunca vuelve a ser como era antes.

Lo repito. No quiero olvidarme de quien fui. Yo tenía una casa, un trabajo, un proyecto profesional y de vida. Aunque ahora sea otra persona diferente sin haber perdido la esencia de quien soy. Cuando eres autónomo y dependes de ti, no se tiene una estructura que avale tu ausencia o al menos yo no supe o no pude generar ese valor en tan poco tiempo. El 2008 me llevo por delante como a muchos empresarios. Fue en el 2011 cuando comencé a recoger los frutos sembrados dos años antes. Las elecciones municipales marcaron un antes y un después en mi vida profesional dentro del ámbito político. Así como en el ámbito empresarial. Lo pienso infinidad de veces, la vida es tremendamente perra y a mí en junio del 2012 me puso al pie de los caballos. Si no trabajaba, no había ingresos. Y la vida sigue. El sistema sigue. Mi casa un 21 de enero del 2013 se la quedó en banco, no por un embargo, simplemente no tuve más remedio que darla en dación. Ello conllevaba un respiro emocional que en pleno proceso de quimioterapia y sin ser muy consciente de lo que haces, lo único que deseas es paz, paz interior y re-colocar tu vida sin estar en plenas facultades ni energías para valorar otras opciones.

Yo estaba en un avanzado proceso de quimioterapia. No tenía fuerzas para mover ni una hoja de papel. Aquel 19 de enero, mis hermanos y mis amigos, desmontaron mi vida en menos de cuatro horas para meterla toda en un habitáculo de menos de 6 metros cuadrados. Un año después, todavía no he abierto la puerta de esa habitación. Todavía no me he reencontrado con mi vida material. Mi vida está ahí. Metida entre cajas. Mis recuerdos. Mis libros. Mis fotos. Mis sabanas. Mi vajilla o el de-cantador de vino que tanto me gusta. O las películas de “súper 8” que mi padre me grababa con tanto ímpetu como hoy hacemos a nuestros hijos con los Smartphone. No es que mi vida sean cosas. Es que esas cosas reflejan mi vida. Y no sé qué sentiré el día que abra esa puerta.

No lo demoro a conciencia, simplemente no puedo abrirla porque no sé dónde ubicar de nuevo esas cosas. En definitiva no sé dónde ubicar mi vida. Me he hecho las preguntas apropiadas. Soy una experta en realizar dichas preguntas. Y las respuestas llegan con la frecuencia y velocidad que lleva una noria. No quiero decir que esté dando vueltas sin sentido, simplemente cada cabina me da una respuesta y como va girando, cuando va subiendo unas veces tengo la visión más amplia y la perspectiva más nítida de ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Para qué valgo? ¿Cómo lo quiero? Y según voy descendiendo y me vuelvo más terrenal y surgen de nuevo otras preguntas ¿Realmente es eso lo que quiero? Y de vuelta subimos.

A veces me gustaría tomar distancia. Valorar y sopesar si aquello que perdí es lo que realmente anhelo. A veces me pregunto si vuelvo haciendo otras cosas o si quiero la misma ciudad o el mismo país. A veces me pregunto si mejor vuelvo liderando otros proyectos. Porque solo una cosa tengo clara, volveré haciendo lo que mejor se hacer. Ilusionar.

Analizando mi trayectoria profesional mi vocación está orientada a desarrollar el potencial de cada persona dentro de las organizaciones. Mi único fin ha sido el de obtener resultados económicos y la consecución de los objetivos que las empresas me marcaban. He de confesar que me gusta escuchar; y eso me da mucha más información de la que a veces tenemos capacidad de gestionar. Transmitir ideas de manera efectiva me ha llevado a conseguir grandes retos profesionales pues emplear el canal adecuado en el momento oportuno y proporcionar datos concretos que ayudan a respaldar mis observaciones y conclusiones no es habilidad de todo el mundo.

Hasta aquí pudiera parecer que no tengo claro muchas cosas. Y siendo sincera no es así. Soy buena, muy buena haciendo lo que mejor sé hacer. Y parece que acabo de decir una tontería, pero no. Conozco muchas personas que no se creen quienes son. No saben ni dan valor a su persona, a sus valores, a sus competencias y a su ser. Yo estas cosas las tengo muy claras, lo único que no tengo es si todo esto lo quiero poner solo al servicio de algo ya hecho con anterioridad o quiero iniciar un nuevo recorrido. Ese es precisamente mi dilema.

Si mañana me llamara alguien para liderar un proyecto, aunque fuera en el extranjero, sopesando algunos matices (mis revisiones oncológicas y poco más) no dudaría en coger la maleta y moverme donde fuera necesario. Aquí o en el rincón más pequeño del mundo. Lo importante para mí, dar, aportar y poner en marcha todo lo que sé en beneficio de un proyecto que merezca la pena.

A veces la vida toma decisiones por uno mismo. Aquellas que ni siquiera calibrando seriamos capaces de tomar porque somos unos expertos en justificaciones.
Lo dice la gente que me conoce bien y hasta los que no me conocen, también. Soy persona de recursos pero me tiene tan paralizada la devastación de mi exterior que mi interior está encogido y lleno de recelo ¿Se puede sentir miedo a tus 45 años cuando eres consciente que todo está por hacer?

Sentirse se puede sentir. Tengo miedo a lo desconocido, nada nuevo acabo de descubrir con esta afirmación. Sin embargo hay una cosa que mi miedo no entiende, ni conoce y es que por mucho que sienta, mayor es mi fuerza para seguir creando mi historia. Y ésta historia, solo depende de mí.

Me marcho sonriendo…


28 oct 2013

Un eslabón perdido...

Me perdí al igual que lo hace el ultimo eslabón de la cadena. El último no tiene continuidad. Solo lleva a cuesta el peso o el sentido de pertenencia a algo que a partir de él deja de ser.

"La vida es muy perra" ya lo dijo Silbia Abascal al sufrir un quiebro su vida el 2 de abril de 2011.

Uno puede poner toda la fuerza, la actitud así como tener toda la motivación necesaria para querer seguir con su vida. Sin embargo a veces la vida no es de uno por un espacio corto de tiempo. Y lo acoto en el tiempo, porque si es cierto que somos responsables de como asumimos y enfrentamos los quiebros que nos pone pero no decidimos algunas cosas que nos depara la vida.

Yo no elegí quedarme sin madre con ocho años, tampoco elegí a la mujer de mi padre y no elegí tener un cáncer. Y estas tres cosas han marcado mi vida. Siempre he pensado que cada una de ellas me han traído sin yo pedirlo un lado bueno, un lado humano que solo puedo aceptar desde un prisma de privilegio, pues si no lo hiciera así, la desdicha de cada una de las decisiones que la vida ha tomado por mi, me hubieran llevado a un lado mucho mas oscuro y en el que no he deseado nunca entrar.

Mi palabra se llama aceptar. Y cuesta tanto llegar al sentido mas profundo de esa palabra. Cuando la vida de uno se rompe en mil pedazos uno puede elegir recoger cada uno de esos trozos y recomponer su vida, aunque el resultado no tenga nada que ver con el inicio. Dejé de ser una niña demasiado joven y dejé de tener lo que mas anhelaba por un amor. Dejé una vida estructurada hace apenas 14 meses y todavía ando en el desierto aunque vislumbre un oasis en el horizonte de mi visión. 

Cuando lo pierdes todo, y digo todo lo que un día para uno llega a ser lo mas importante, uno mira de frente al mayor miedo que es no tener salud. Detrás de esto, viene todo lo demás. En un año y medio perdí mi casa, perdí mi trabajo, perdí mi libertad financiera, perdí mi independencia, perdí tantas cosas que uno puede rozar la locura. 

Puedes volver a leer, perdí cosas, solamente cosas. Las razones importantes de mi vida siguen estando a mi lado. No he perdido la esencia de quien soy, tampoco lo que sé y ni siquiera se han alejado aquellos a quien quiero. Necesito tener esto presente. Es importante cuando uno se pierde, como me he perdido yo unos cuantos meses, saber que el tiempo marca etapas sin embargo quien las escribe es uno mismo.

Vengo del desierto, vengo rota. Llego siendo el último eslabón de una cadena que pesa demasiado. Pero no me olvido que la que vuelve soy yo, con la fuerza necesaria, con la vista al frente mirando arriba, con la cabeza erguida.

Vuelvo a comenzar de nuevo mi cadena...:) 

27 jul 2013

Yo tengo un amigo...

Cuando a tu vida llega una adversidad y la compartes con la gente que te rodea, al igual que sale el Sol todos los días, todos tienen una historia que contarte. Algún relato que describa que no eres la única y que de esa adversidad se sale. Todos ante la desgracia buscamos un hilo de esperanza. 

Cuando le comunicas a alguien que tienes cáncer surge un carcinoma mayor llamado "Yo tengo un amigo que.." Y ese tumor "Yo tengo un amigo que tuvo un cáncer de..." llegó a mi vida mas inesperado que el resultado de mi propio cáncer de colon, pues aún faltarían 6 días para mi resultado.

Al igual que yo, todos mis allegados eran conscientes de la planta donde me ubicaba "Digestivo y oncología",  el tipo de pruebas que me estaban realizando y las probabilidades altas de que todo lo acontecido, no llegara a buen fin. Ellos lo sufrían conmigo y ellos mismos buscaban una salida para ese sufrimiento. A algunos los vi romperse delante de mi. Les vi llorar. Y aunque mi abrazo y mis palabras calmaran instantáneamente ese dolor, todos en alguna medida y a su manera buscaban el contrapunto con casos de éxito para convencerse que aquello tenia solución.

Era increíble la cadena efecto dominó que surgió a mi alrededor sin darme cuenta. Amigos, familiares, amigos de amigos de estos y todos en alguna medida tenían un caso que compartir. Lo que más me llamó la atención es que incluso el mayor tipo de tumor que compartían era el mismo que se suponía que podría tener yo. Llevaba solo cinco días cuando acepte visitas en el hospital. Antes por la morfina no hubiera podido ni dedicarles una sonrisa. Y en solo dos, tomé una decisión.

En 48 horas hice un máster de todas las consecuencias que podría tener un cáncer de colon. Como que a una probabilidad alta de pacientes les realizan una colostomia permanente (la colocación de una bolsa en sustitución de la carencia de ano). Sí, acabas de experimentar lo mismo que yo cuando lo escuché. También que es un tumor que si es diagnosticado a tiempo es de los que mejores resultados de curación da, que es de los mejores que te pueden tocar (leer de nuevo y pensar bien la frase, que tiene miga), etc. etc. etc. 

Todo lo que experimenté en esas 48h fueron relatos de personas y casos que no tenían que ver conmigo. Unos eran jóvenes, otros mayores. Unos fueron detectados en una fase, otros en otra. Unos tenían un tipo de cáncer, otros otro. Unos disponían de unos medios y otros de otros. Y cuando aquella mañana la amiga de un familiar vino a visitarme porque ella había superado con gran satisfacción (sinceramente lo digo) la mastectomía de sus dos pechos y se levantó su camisa para que viera el resultado, tuve claro una cosa, que cualquier persona que iniciara una conversación conmigo y me dijera tengo un amigo....con la mejor y delicada de mis sonrisas le diría que no.

Todas aquellas conversaciones de alguna forma u otra tenían un final feliz. Ninguno me contó yo tengo un amigo con cáncer de.... que murió el mes pasado, o el año pasado o el día anterior. Y todos lamentablemente en igual medida tenemos los mismos casos para compartir. 

Podréis pensar que puedo llegar a ser una ingrata y lo entendería perfectamente. Y también soy consciente que cada una de esas conversaciones tenían un fin. Aliviar mi dolor, mi miedo o mi estado de animo. Sin embargo, cogerlo con matices, nadie se reparó en preguntarme precisamente eso. ¿Como te encuentras tu? Nadie practicó el arte de la escucha porque a ello antecede el silencio. Y ya sabemos que el silencio según cuando es aterrador.

Ante una desgracia damos por hecho los sentimientos de los demás sin pararnos a pensar que esos sentimientos son los nuestros, los creados desde nuestra experiencia y nuestro paradigma, sin considerar que enfrentarnos a las adversidades es una cualidad individual y que lo primero y único que podemos hacer es escuchar al otro. Buscamos con nuestros relatos abrigar a nuestros seres queridos, sin embargo no caemos en el detalle de ser conscientes que ellos, son únicos e irreemplazables. Buscamos generalidades para calmar el dolor, cuando éste se experimenta de forma individual.

Y así lo extrapolamos a las cosas cotidianas. Cubrimos el dolor de otros con palabras y sin escucha. Y tal vez si lo invirtiéramos, escucháramos primero, nos daríamos cuenta que en ocasiones sobran las palabras.

He conocido durante este año a mucha gente. Cada tres semanas cuando iba a mis sesiones de quimioterapia, he escuchado un sin fin de historias. Todos allí tenemos algo en común y se llama cáncer. Y todos ademas, sin saber como pero así sucede, hablan de "vida" No hablan de cáncer. Hablan de como mejorar un síntoma. Hablan de como remediar un efecto secundario. Hablan con humor las contrariedades de esta enfermedad. Unos hablan y el resto escuchamos. 

En la sala de espera de un hospital de día se aprende y se desarrolla el valor de la escucha.
Y así aprendí que ante la flaqueza de un amigo, no valen mis historias. Lo importante, lo que cuenta es la suya.

Gracias por seguir pasando por este rinconcito de mi alma.

Begoña

24 jul 2013

Mis amigos...

















Son todos los que están, aunque no están todos los que son. Y sí son mis amigos. 

Desde siempre la amistad, en todo su contexto es un pilar importante en mi vida. Me llama la atención la gente que dice que tiene un reducido grupo de amigos. Que afirma que la amistad verdadera es de unos pocos y no puedo estar más en desacuerdo.

Mi vida me ha demostrado que sí se puede confiar, que sí se puede contar, que sí se puede esperar y sí nos podemos entregar, siempre y cuando sepamos quien es la persona que tenemos delante. 

Saber elegir a los amigos es un aprendizaje. Y saber cuidarlos también. Aveces cometemos el error de pedir por igual y en la misma medida a todos nuestros amigos. Yo también lo hacia y hablo en pasado porque para mi la amistad era mi valor más preciado y primario, anteponiendo todo por ella, sin entender, ni comprender, que mi valoración no podía ser igualada por los demás. A esta reflexión llegue demasiado joven. Tendría unos 18 años. Justo cuando el amor y el cariño me faltaba a borbotones y pensaba que la amistad se compraba. Craso error. Aprender esta lección tan pronto fue uno de los mejores escarmientos que me ha dado la vida.

Aprender a desprenderse de compañeros de viaje es practicar el arte de conocerse uno mismo. Uno se descubre en la soledad mas profunda y en el eco de su propia voz. Escucharnos en ese silencio absoluto requiere grandes dosis de valentía. Y ser consecuente con lo que escuchamos requiere aún mas coraje.

Haciendo un Kit Kat. Las enfermeras del Hospital de día nos denominan "valientes" a todos los que pasábamos diariamente a hacernos tratamientos de quimioterapia. Yo siempre les dije que vivir la vida con quimioterapia y sin ella es de "valientes". ¿Quien a lo largo de su vida no necesita armarse de fuerza, quien no se enfrenta o tiene momentos donde el esfuerzo o la excelencia en algo se hace imprescindible? Vivir la vida en si es de valientes. Saber elegir amigos es parte de esa valentía. Y saber ser amigo es una osadía realmente gratificante. Estoy convencida de ello.

Sigamos desprendiéndonos. No descubriré nada nuevo si digo que en la medida que vamos evolucionando vamos dejando y vamos cogiendo. Aunque cada uno lo haga en ritmos distintos. La necesidad de colmar nuestras inquietudes nos hace impetuosos en algunos tramos de nuestra vida y eso gestionado desde el crecimiento personal es bueno aunque parezca lo contrario. No hay que quedarse parado, no hay que esperar a que sucedan cosas sin movernos. A veces ir contracorriente se convierte en una aventura con final feliz.

La anécdota del mes de julio del 2012 se la lleva una llamada. Desde el momento que salí del hospital esperando la fecha de mi operación, me dediqué a hacer mis "deberes" de arreglar mi vida. Y en eso andaba yo aquella tarde de lunes cuando recibí aquella llamada. Unas amigas habían quedado con sus maridos a cenar en un restaurante cerca de mi casa y me invitaban a unirme a la velada ese próximo jueves. Fue tal la insistencia,tal la necesidad de mi presencia, que a pesar de tener una tarde intensa con dos sesiones de coaching y finalizar sobre las 22:00 asistí a mi invitación sabiendo desde el minuto uno que había "gato encerrado".

Soy afortunada, siempre lo he dicho. Y cuando aquel jueves me dirigí al restaurante para compartir una velada con dos matrimonios, me encontré a mi grupo de amigas, las de siempre, las que te acompañan desde la adolescencia junto a las que se unen en tramos posteriores de una vida. Allí estaban todas, junto a "mi hermana" Mariela (es mi prima aunque para mi es mucho mas que eso) con el único fin de darme, darnos a ella y a mi, un mensaje. "No estás sola, no digas nada. Ya lo hemos organizado todo y junto a Mariela iremos a cuidarte por turnos al hospital. No puedes negarte. Simplemente tienes una cosa que hacer. Dejarte querer".

Durante 11 días estuve 24h acompañada en todo momento. Hicieron turnos de ocho horas. Como los turnos del hospital. Dejaron por unas horas, sus trabajos, sus familias, sus quehaceres. Pasaron sus noches, sus tardes y sus días conmigo. Me acompañaron en mis heridas, dolores, complicaciones. Me cuidaron, me lavaron y me dieron de comer. Yo simplemente tuve, que dejarme querer.

Este detalle fue de una parte de mis amigos. Otros me han aportado otras cosas. Otros estuvieron en otros momentos, que seguramente iré desvelando en este rincón. Cada uno a su manera ha estado a mi lado. Incluso los amigos que están en la distancia. Sé que están ahí. 

Así son mis amigos. Mis amigos me conocen y yo les conozco a ellos. Cada uno de los que veis en esa foto, me aporta cosas distintas. Todos me han dado y a todos he entregado. No es importante lo que me ofrecen sino que cada uno de ellos cubre un hueco en mi vida. Estamos. En la distancia y en la frecuencia. En las cosas buenas y en las que vienen torcidas. Cada vez que recibo una llamada y leo sus nombres en mi teléfono surge inevitablemente una sonrisa en mi cara. Se que al descolgar me llevaré algo, una conversación, un momento, una noticia, un sentimiento, un te necesito, un instante, que antes de que sonara, no tenia.

Así son mis amigos.
¿Lo entendéis ahora? 
Soy afortunada.