19 mar 2014

Siempre...

Siempre…
Siempre he admirado a mi padre, incluso en mis momentos de rebeldía y negación. 

Siempre le he llevado como referente no por lo que tiene, ni tampoco por quién es sino como es. Desde bien pequeña he sentido el calor y afecto que un padre puede dar a una hija a pesar de que la vida no le dejara disfrutar de mí.

Mi madurez me llevó a entender que a veces no solo es cuestión de querer hacer cosas sino también de saber y poder hacerlas. 

Desde mis cinco años mi padre estuvo volcado en el bienestar de su gran amor hasta entonces, mi madre. Observo desde la distancia y veo cuanto sufrimiento debe padecer un ser humano al ver cada día, durante tres largos años, como se apaga la vida de la persona que ama. Una esclerosis múltiple galopante con 39 años se llevó a su compañera de viaje; y cuando me pongo en su piel, es inevitable que no recorra alguna lágrima por mi mejilla. Y no por la pérdida, que también, sino por el vacío tan grande que nos dejó su ausencia, sobre todo a él, a mi padre.

Siempre he admirado a mi padre. Él no es consciente de mi admiración aunque espero que a partir de hoy sí. Siempre he admirado a mi padre por como afrontó los siguientes meses tras la pérdida. Aún mantengo en mi memoria aquel verano en Palma de Mallorca los tres solos, mi hermano, mi padre y yo. Cada uno sin saber muy bien cómo, buscábamos nuestro lugar. Recuerdo su mirada, aún siento sus abrazos y también su miedo. Sí las personas sentimos miedo, y mi padre también lo sintió, sin embargo él supo sin saber cómo, liderar su vida, aunque él no sea consciente. 

Buscó y encontró y la vida le dio una segunda oportunidad, con una nueva familia y un nuevo hijo. Aún hoy agradezco cada día el cariño que le brindan. Noto como le quieren y eso no tiene precio.

Mi padre es una persona querida, aunque él no entienda a veces interpretar o expresar ese amor. Mi padre lo hace con hechos. Nunca he escuchado de su boca un no puedo, aun sabiendo que a veces era casi imposible decir sí. Siempre he admirado a mi padre por como es, conmigo y con los demás. Es noble, bueno, humano y valiente, muy valiente. Es especial en su línea y eso lo hace único ante mis ojos. Siempre ha sido innovador a su manera. Mi padre no se ha conformado con lo que la vida le ha ido dando, él siempre le ha pedido más y ese querer seguir hacia adelante le ha llevado a ser respetado y admirado por los demás.

Mi padre es bondadoso, servicial, ingenuo en ocasiones, crédulo y una persona sencilla. Gran cocinero, buen bailarín, un divertido fiestero y un futbolero de raza. Mi padre simplemente es sensible. Y precisamente todas estas cosas hacen de él mi mayor referente.

Cada día de estos últimos dieciocho meses me he enfadado con el destino de mi vida. Cada día he sentido un dolor agudo al pensar y sentir su dolor por pensar que me perdía. Y no, no le he dado esa oportunidad al cáncer. Mi padre tenía que verse compensado en esta vida con no seguir perdiendo.

Mi vida, va por ti Papa, es el mejor regalo que puedo darte.

Sr. Antonio. Querido papa. Te quiero. 
Tu hija Begoña.


26 feb 2014

La vida...

La vida es tan perra que si no aprendes la lección te la repite hasta que te la aprendas para poder seguir avanzando.

Y entender esto es una de las claves para aceptar lo que viene y disfrutar de ello.

El tiempo es el único que da la sabiduría para entender el contenido de cada lección, y existe una por la que todos pasamos todos y que según en la etapa que nos encontremos, nos dedicamos a suspender y repetir sin ser conscientes del valor interno que conlleva dicha lección.

La perdida. Nos pasamos la vida perdiendo. Perdemos amigos, cosas, familia, amores, dignidad, tiempo, años, trabajos y un sin fin de palabras que llenarían esta lista. E irremediablemente seguiremos perdiendo incluso cuando estamos en este determinado momento. Siempre existirá algo o alguien que creemos que en este preciso instante tiene mucha mas importancia que el simple valor de poder disfrutar de la lectura de unas lineas de alguien que decidió contar un pellizco de retales de su vida.

Y este instante mientras saboreo el fluir de las palabras solo me viene a la mente algo extremadamente contradictorio. La foto de arriba nunca hubiera podido ser si yo no hubiera tenido la perdida mas importante de mi vida. Y ser consciente y aceptar que perder conlleva la oportunidad de ganar es una de las lecciones mas complejas que me ha enseñado esta vida.

Hoy hace 34 años que nació la mano derecha de esa foto. Entonces yo solo tenía 11. Fijaros bien en el detalle de la foto porque recuerdo perfectamente ese instante. Yo estaba en la UCI acababa de ser operada de mi tumor y después de tres horas de operación la primera visita que recibí en esa sala fría (imagino que era efecto de la anestesia pues un 9 de agosto en el mediterráneo no tiene otra explicación) fue la de mi hermano y mi prima. 

Me gusta ese detalle que puede pasar desapercibido y es el hecho de como me sostiene, de como me coge. Cada vez que miro esta foto solo puedo sentir lo afortunada que soy. Es curioso como la vida nos posiciona en lugares no naturales. Yo soy la mayor, la que arropa, la que de pequeño le cuidó, le cambió pañales o le dio de comer alguna papilla que otra. La misma que iba a la puerta del colegio para verle jugar o para verle sonreír. La misma que muchas veces aun estando ausente ha estado presente. La misma que incondicionalmente seguirá confiando en él.

Aquella tarde, en aquella sala fría la persona que me sostenía, el que me cuidaba, me miraba y esperaba mi sonrisa era él, mi hermano. El mismo que me ha acompañado todos estos meses y el que sigue de igual manera confiando en mi.

Ha sido la persona mas fuerte a pesar de ser el mas pequeño. Ha sido uno de los principales puntos de apoyo de la familia y sobre todo de su padre, mi padre, pues aunque lo exprese poco es tal la admiración de padre a hijo que el hijo se queda corto admirando a su padre.

Perdí lo mas valioso que puede tener nadie, perdí a mi madre. Sin embargo sin esa perdida jamas te hubiera ganado. La vida me ha compensado con creces con tu presencia, con tu existencia y por eso, le doy gracias a la vida pues como dice la canción, me ha dado tanto.

Gracias hermano por darme la mano, por sostenerme.

Te quiero. Feliz Cumpleaños.
Tu hermana.

11 feb 2014

El dolor se olvida

El dolor se olvida y el sentimiento permanece.
Todos los que hemos sufrido ese latigazo intenso, a veces entrecortado y otras constante, donde la focalización del pensamiento es unidireccional y localizado exclusivamente en esa parte del cuerpo, sabemos que ahí en ese instante, el protagonista de tu vida es únicamente el dolor.

A lo largo de mi vida en algún momento u otro lo he vivido y sobretodo sentido. El dolor es tan efímero que en el momento que desaparece, el pensamiento olvida y solo siente. 

Todavía recuerdo como siento cuando sufro aquel u otro dolor, sin embargo el dolor en sí no lo recuerdo. El dolor no es como zumo de limón, donde ahora mismo, acabas de reproducir el amargor en tu boca. El dolor vivido es como el sabor de chocolate, te despierta esa sensación única de recuerdo, unas veces suave, tal vez alguna ocasión amargo y otras podría ser puro e intenso.

El dolor intenso por desamor no tiene nada que ver con los latigazos de una vesícula llena de piedras. El dolor del alma cuando te ponen tu primera vía para ver como van entrando las químicas por tus venas y vas sintiendo como lentamente y de forma paulatina" in crescendo" se te duerme el brazo por el oxaliplatino no tiene nada que ver con los efectos secundarios de la propia quimio.

El dolor es una cosa y el sentir es otra. A mi la quimio no me dolió hasta que un día por aquellas cosas que ocurren por los recortes sanitarios, utilización de genéricos en los fármacos y en todas las etapas del tratamiento incluidas agujas y vías, hizo que el oxaliplatino saliera de su circuito habitual, la vena,  y se extendiera a lo largo de mi brazo derecho.

Recordaré bien aquel día, lo tengo grabado por fecha y por forma. Aquel miércoles 12 de diciembre de 2012 yo acudí al Hospital de día para darme mi quinta sesión de quimioterapia. Aquella mañana la sala estaba desbordada, como siempre. Somos muchos los pacientes y menos los recursos. Esa mañana iba acompañada de "mi hermana" Mariela (prima hermana) y posteriormente de mi amiga Gimena. Como era habitual, en la sala coincidía con mi amiga Elena (pues antes de enfermar ya eramos amigas en nuestro circulo mas personal), su cáncer de mama y el mio de colon, decidieron sin preguntarnos, coincidir en tiempo y espacio, así que nosotras solo pudimos dejarnos llevar y acompañarnos mutuamente.

Esa mañana del 12, una señora dos asientos a mi izquierda tuvo una extravasación de la quimio en su brazo izquierdo.

Mariela me exclamó en voz baja:

-Ufff pobre mujer, lo va a pasar putas. Eso duele muchísimo.

Diez minutos mas tarde, al re-colocar mi manta eléctrica del brazo, pues fue recomendación de mis enfermeras cubrir mi brazo mientras me daba el tratamiento con calorcito, observé que en la curvatura de mi brazo derecho, un bulto del tamaño de una pelota de tenis había hecho aparición.

Mirando a Mariela a los ojos le dije:

_ Mariela, voy a pasarlo putas. Mira.

Su cara lo expresó todo.  

Aquella mañana tres pacientes tuvimos extravasación con la quimio. Es decir, se rompieron vías o venas y la quimio arramblo a sus anchas por nuestro cuerpo. 

Existen quimios que son abrasivas y cuando esto sucede inmediatamente pasas a quirófano para extraer lo máximo posible y que no perjudique tejidos. Otra como la mía es irritante. Y la propia palabra lo dice. Solo recuerdo que aquellas dos semanas posteriores, el dolor intenso y constante, no me dejaba ni dormir. Las lagrimas salían solas sin yo llamarlas. Solo recuerdo el sentimiento de ese dolor inquisidor y nada invitado a hacer morada en mi cuerpo. 

A partir de aquí solo puedo decir que terminé ingresada en el hospital porque nadie sabia como tratar los efectos de aquel capricho del destino. Terminé tomándome las uvas acompañada de mucha gente a través de la red.

Sin embargo un mes después me había convertido en una "yonqui" entre la morfina, la Lyrica, Adolonta y el MST de 10mg, 30mg, 60mg y 100mg y sin respuesta concreta a resolución de aquel desagravio. 


A veces las personas nos escuchan sin saber que estamos siendo escuchados. El lunes 14 de enero de 2013, después de tres semanas de ingreso y sin respuesta a un tratamiento concreto y resolutivo. Tomé la decisión de dirigirme a atención al paciente a exponer mi queja. entré en aquel ascensor desde la planta cuarta y una celadora que me conocía de otras idas y venidas me dijo al verme cargada con mi gotero y mi cara de cansancio:

-Te vas a dar una vuelta para despejarte.
- No. Me voy a poner una queja en atención al paciente, porque nadie encuentra una solución a mi problema.

No había caminado 20 pasos de mi salida del ascensor cuando un medico me pone la mano en el hombro y me transmite que no había podido evitar escucharme en el ascensor y que podía ayudarme. Luis era el jefe de planta de oncología, se reunió conmigo, leyó mi expediente y después de un mes y sin tampoco saber que hacer, tomo las riendas de mi caso y buscó todas las alternativas posibles. Desde un fisio para que me hicieran masajes de drenaje linfático, como análisis dermatológicos, así como crear un protocolo de actuación en el propio Hospital de día. 

"Todas las vías estarán a la vista de las enfermeras con el fin de tener una visión rápida de cualquier anomalía (extravasación)"

El dolor al cabo de los meses desapareció. Las secuelas un año después siguen estando. Y lo único que me queda es como me sentí en cada parte del proceso. Lo mejor, el sentimiento que me queda recordándolo después. Todos en la medida de sus posibilidades y conocimientos estuvieron por mi. Y ese sentimiento es imposible de olvidar.

Gracias a todos. Cristina, Elvira, Paca, Mª José, Luis, Josito, Luis, Antonio y de cada uno de los que me asistieron. Gracias con mayúsculas.
Os mando un beso, Begoña

27 ene 2014

El crujir en el alma...

Un dibujo a lápiz de la artista rusa Olga Melamory 
Hace un tiempo me perdí. No porque yo lo decidiera. Había retomado el sendero para volver a caminar por el transito que nos da la vida y de repente me vi arrastrada y devorada por un tsunami que no pude divisar. Solo oyes un crujir en tu alma.  Bombea atrozmente en tu interior y cuando ya no puedes más, el agua de tus propias lágrimas rompe por tus mejillas con el sollozo sordo, a la vez que atronador. El aire de tus pulmones sale entrecortado entre cada quejido, cada sollozo, hasta que agotada y sin fuerzas, sin hilo alguno para abrir tus parpados enrojecidos, te miras al espejo, escuchas, y solo llega el silencio, llega la calma, miras, observas a tu alrededor y todo, absolutamente todo, está fuera de su sitio.

Nada tiene que ver con el instante anterior a aquel crujido. Abres los ojos y tu mundo ya no es el mismo. Es tal el desorden y la devastación de lo que te rodea, que detrás de cualquier quiebro que la vida nos da, uno no da crédito a la conciencia.

Ser consciente que lo has perdido todo, sí todo; y que lo único que tienes detrás de ese cataclismo es a ti mismo frente a la vida, sinceramente da miedo. Entiendo perfectamente cuando las personas ante la pérdida se quedan paralizadas o en estado de shock, aunque sea por un corto espacio de tiempo. A mí me ha pasado.

Yo tenía una vida en el 2012. Y un día, no recuerdo exactamente cual, solo sé que fue en mi retiro junto al mar, aquel día miré y no tenía nada de lo que dejé atrás.

Atrás tenía una casa, un trabajo, un proyecto profesional y de vida. Cuando  regresé, nada, absolutamente nada, queda en pie. A veces me pregunto si he pasado por un tsunami o realmente he vivido lo que llaman un cambio climático. La diferencia entre uno y otro es que el primero se puede reconstruir el segundo destruye y nunca vuelve a ser como era antes.

Lo repito. No quiero olvidarme de quien fui. Yo tenía una casa, un trabajo, un proyecto profesional y de vida. Aunque ahora sea otra persona diferente sin haber perdido la esencia de quien soy. Cuando eres autónomo y dependes de ti, no se tiene una estructura que avale tu ausencia o al menos yo no supe o no pude generar ese valor en tan poco tiempo. El 2008 me llevo por delante como a muchos empresarios. Fue en el 2011 cuando comencé a recoger los frutos sembrados dos años antes. Las elecciones municipales marcaron un antes y un después en mi vida profesional dentro del ámbito político. Así como en el ámbito empresarial. Lo pienso infinidad de veces, la vida es tremendamente perra y a mí en junio del 2012 me puso al pie de los caballos. Si no trabajaba, no había ingresos. Y la vida sigue. El sistema sigue. Mi casa un 21 de enero del 2013 se la quedó en banco, no por un embargo, simplemente no tuve más remedio que darla en dación. Ello conllevaba un respiro emocional que en pleno proceso de quimioterapia y sin ser muy consciente de lo que haces, lo único que deseas es paz, paz interior y re-colocar tu vida sin estar en plenas facultades ni energías para valorar otras opciones.

Yo estaba en un avanzado proceso de quimioterapia. No tenía fuerzas para mover ni una hoja de papel. Aquel 19 de enero, mis hermanos y mis amigos, desmontaron mi vida en menos de cuatro horas para meterla toda en un habitáculo de menos de 6 metros cuadrados. Un año después, todavía no he abierto la puerta de esa habitación. Todavía no me he reencontrado con mi vida material. Mi vida está ahí. Metida entre cajas. Mis recuerdos. Mis libros. Mis fotos. Mis sabanas. Mi vajilla o el de-cantador de vino que tanto me gusta. O las películas de “súper 8” que mi padre me grababa con tanto ímpetu como hoy hacemos a nuestros hijos con los Smartphone. No es que mi vida sean cosas. Es que esas cosas reflejan mi vida. Y no sé qué sentiré el día que abra esa puerta.

No lo demoro a conciencia, simplemente no puedo abrirla porque no sé dónde ubicar de nuevo esas cosas. En definitiva no sé dónde ubicar mi vida. Me he hecho las preguntas apropiadas. Soy una experta en realizar dichas preguntas. Y las respuestas llegan con la frecuencia y velocidad que lleva una noria. No quiero decir que esté dando vueltas sin sentido, simplemente cada cabina me da una respuesta y como va girando, cuando va subiendo unas veces tengo la visión más amplia y la perspectiva más nítida de ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Para qué valgo? ¿Cómo lo quiero? Y según voy descendiendo y me vuelvo más terrenal y surgen de nuevo otras preguntas ¿Realmente es eso lo que quiero? Y de vuelta subimos.

A veces me gustaría tomar distancia. Valorar y sopesar si aquello que perdí es lo que realmente anhelo. A veces me pregunto si vuelvo haciendo otras cosas o si quiero la misma ciudad o el mismo país. A veces me pregunto si mejor vuelvo liderando otros proyectos. Porque solo una cosa tengo clara, volveré haciendo lo que mejor se hacer. Ilusionar.

Analizando mi trayectoria profesional mi vocación está orientada a desarrollar el potencial de cada persona dentro de las organizaciones. Mi único fin ha sido el de obtener resultados económicos y la consecución de los objetivos que las empresas me marcaban. He de confesar que me gusta escuchar; y eso me da mucha más información de la que a veces tenemos capacidad de gestionar. Transmitir ideas de manera efectiva me ha llevado a conseguir grandes retos profesionales pues emplear el canal adecuado en el momento oportuno y proporcionar datos concretos que ayudan a respaldar mis observaciones y conclusiones no es habilidad de todo el mundo.

Hasta aquí pudiera parecer que no tengo claro muchas cosas. Y siendo sincera no es así. Soy buena, muy buena haciendo lo que mejor sé hacer. Y parece que acabo de decir una tontería, pero no. Conozco muchas personas que no se creen quienes son. No saben ni dan valor a su persona, a sus valores, a sus competencias y a su ser. Yo estas cosas las tengo muy claras, lo único que no tengo es si todo esto lo quiero poner solo al servicio de algo ya hecho con anterioridad o quiero iniciar un nuevo recorrido. Ese es precisamente mi dilema.

Si mañana me llamara alguien para liderar un proyecto, aunque fuera en el extranjero, sopesando algunos matices (mis revisiones oncológicas y poco más) no dudaría en coger la maleta y moverme donde fuera necesario. Aquí o en el rincón más pequeño del mundo. Lo importante para mí, dar, aportar y poner en marcha todo lo que sé en beneficio de un proyecto que merezca la pena.

A veces la vida toma decisiones por uno mismo. Aquellas que ni siquiera calibrando seriamos capaces de tomar porque somos unos expertos en justificaciones.
Lo dice la gente que me conoce bien y hasta los que no me conocen, también. Soy persona de recursos pero me tiene tan paralizada la devastación de mi exterior que mi interior está encogido y lleno de recelo ¿Se puede sentir miedo a tus 45 años cuando eres consciente que todo está por hacer?

Sentirse se puede sentir. Tengo miedo a lo desconocido, nada nuevo acabo de descubrir con esta afirmación. Sin embargo hay una cosa que mi miedo no entiende, ni conoce y es que por mucho que sienta, mayor es mi fuerza para seguir creando mi historia. Y ésta historia, solo depende de mí.

Me marcho sonriendo…